Thomas Cook…se veía venir
MUNESH MELWANI, SOCIO-DIRECTOR GENERAL
30/09/2019
El sector turístico se ha agitado esta semana con el final abrupto del histórico grupo británico de viajes Thomas Cook, fundado en 1841, que se ha declarado en bancarrota. Cabe recordar que, tras la segunda guerra mundial, fue nacionalizado por el Reino Unido para proteger lo que se consideraba como estratégico para el tejido socio-económico del país, por tanto, contaba con un elevado grado de reconocimiento de algún modo patriótico entre el turismo popular británico.
La cancelación inmediata de todas sus operaciones ha dejado sin retorno a más de 150.000 pasajeros británicos en todo el mundo y ha obligado a las autoridades del país a poner en práctica el mayor plan de repatriación de la historia en tiempos de paz, poniendo a su vez en riesgo de perder sus empleos a 21.000 trabajadores. También ha dejado tirado a algo más de 350.000 turistas no británicos repartidos por todo el mundo. Por otra parte, se ha abierto una investigación a los directivos por sus elevados salarios (el CEO ingresó unos 8 millones de libras) mientras empeoraba la situación financiera de la compañía. Pero realmente, ¿Qué factores le han llevado a la quiebra?
En estos episodios corporativos, normalmente, no hay una única causa, sino varios factores determinantes que condicionan el futuro de la compañía, una gestión cuestionable y que finalmente resultan en el fatídico resultado de la insolvencia. Nos llama la atención cuando todo el mundo se alarma y les pilla desprevenidos, cuando ya hace unos meses, se veía “el andar de la perrita”. Los bonos corporativos emitidos en el mercado cotizaban ya en junio en niveles próximos al 50% de su nominal, señalando claramente que la compañía tenía problemas serios de liquidez. El conglomerado chino FOSUM que posee un 18% de Thomas Cook, manifestaba por aquel entonces su interés en aumentar su participación adquiriendo la división de touroperación del grupo, que suponía la mitad del negocio aproximadamente, recibiendo asimismo ofertas vinculantes por su división de aerolíneas por parte de Hi Fly, Virgin o Lufthansa. Cualquiera de las dos vías, hubiera aliviado la situación si hubieran prosperado. Dado que su fondo de maniobra flaqueaba, la banca le autorizó una póliza de circulante por 300 millones, si bien tenía que evolucionar de forma positiva el proceso de venta de la aerolínea, así como la negociación con proveedores y garantizar la facturación ya comprometida con los clientes. En el plan de rescate, se solicitó al gobierno británico entre 150 y 250 millones de libras, a Fosum hasta 950 millones (se publicó que tenía aprobados 450 millones), tratando de llegar al objetivo solicitado por el CEO de 1.100 millones, algo que finalmente no fue posible.
La cosa pintaba mal ya en 2018, año en el que rebajó sus previsiones de crecimiento en un 13%, atribuyéndolo el CEO atribuyó a la ola de calor de 2018, que había reducida demanda de turistas que buscaban el sol en invierno y además incidía en las incertidumbres del Brexit como un elemento que también perjudicaba, al ser la depreciación de la libra una consecuencia directa que resta poder adquisitivo a los británicos. Terminó el primer semestre de 2018 con pérdidas de 283 millones de euros, y un año después reportaron unas pérdidas de aproximadamente 1.900 millones, esto es 6 veces más.
En realidad, los problemas comenzaron hace casi dos décadas y “de aquellas aguas estos lodos”: acumulaba ya una deuda por unos 2.100 millones de libras, habiéndose duplicado en su día con la fusión en 2008 con su principal competidor MyTravel, una operación que resultó perjudicial y a la que se le atribuyen 1.000 millones de las pérdidas y gran parte de la deuda. En 2010, Thomas Cook, realizó otra adquisición, esta vez con Cooperative Travel, que operaba 400 oficinas en zonas prime comerciales del país, a las que, sumando las 800 agencias del propio grupo, se convertía en el turoperador con más oficinas físicas en el Reino Unido vs la tendencia aplastante de la contratación online de viajes. Ya en 2011, tenía problemas de liquidez y solicitó a los bancos una inyección de 125 millones de dólares y en 2012, se dieron cuenta de que eran los reyes del ladrillo y trazaron un plan para cerrar 200 oficinas, y luego otras más, llegando a 560 oficinas.
A todos estos errores de gestión, hay que añadirle la inadaptación tecnológica a internet, en un mundo en el que se estima que tan solo uno de cada siete clientes visita todavía una agencia de viajes física a pie de calle para reservar sus vacaciones, y los que lo hacen, por lo general, son personas de más de 65 años y de estratos sociales bajos, con menor propensión al gasto.
¿Va a ser tan dramática la desaparición de Thomas Cook para los destinos españoles? Inicialmente, el impacto para los dependientes de este touroperador puede ser elevado, pero considero que no deber ser así en el medio plazo, pues la demanda será absorbida por otros, para los que esta desaparición se ha convertido en una verdadera oportunidad de negocio.