Planificación financiera de la jubilación
JOHANNA PRIETO, FINANZAS CORPORATIVAS
Febrero 2019
Siguiendo la línea del Campus Financiero anterior donde hablamos de la importancia del ahorro de cara al futuro, y agrupando las cuestiones y reflexiones tras la lectura del mismo de muchos de nuestros clientes y amigos, jóvenes y no tan jóvenes, se nos hacía necesario ir un paso más allá y profundizar en los aspectos claves que debemos tener en cuenta si queremos realizar una adecuada planificación de la jubilación que nos permita cubrir las necesidades financieras futuras para mantener un nivel de vida razonable durante un periodo de jubilación que cada vez es mayor. Máxime, tras conocerse recientemente, en uno de los últimos estudios publicados por la aseguradora Aegon, que España, junto con Japón, a pesar de ser los países con la mayor esperanza de vida del planeta, ocupan la última posición en cuanto a la planificación para la jubilación.
Si bien es cierto que el ciclo vital, la situación profesional y las necesidades futuras son distintos para cada individuo, varios son los factores y patrones comunes a la mayoría de las personas, que determinarán la correcta planificación de cara a la jubilación. Son estos factores los que inicialmente debe considerar un buen “asesor financiero” para diseñar la planificación. Asumir que el individuo dejará de vivir de sus progenitores, incorporándose al mercado laboral para posteriormente emanciparse, formar una familia y adquirir una vivienda entre los 30-35 años que financiará a 20-30 años, parece un patrón común de la sociedad. Posteriormente, en una segunda fase, dicho individuo entrará en una etapa de acumulación adicional de patrimonio hasta la fecha efectiva de jubilación, a partir de la cual su prioridad, para la última fase de su ciclo, se centrará en convertir el patrimonio acumulado en rentas que le garanticen un nivel de vida razonable. Si bien este enfoque encaja con el patrón general, no siempre es así, y debemos planificar en función de los objetivos de cada persona en cada una de las etapas de su vida.
Todo proceso de planificación debe orientarse exclusivamente a definir las actuaciones a llevar a cabo en el ciclo vital de cada individuo, especialmente en la fase de acumulación de patrimonio, que no solo es de naturaleza financiera, sino también puede ser inmobiliario y/o empresarial. La planificación financiera se convierte así en la herramienta fundamental, que requerirá no sólo de amplios conocimientos técnicos sino de la honestidad e imparcialidad por parte de los asesores o gestores financieros. De ahí que sea necesario que las recomendaciones y actuaciones a llevar a cabo vengan de la mano de un asesor independiente que esté involucrado en la comercialización de aquellos productos financieros que recomiende, y con la suficiente experiencia y especialización, de forma que se traduzca en una aportación de valor que esté por encima del coste de sus servicios.
Varios son los elementos específicos que, en base a nuestra experiencia, solemos incorporar en la ecuación de forma adicional a los aspectos comunes a todas las personas que requieren asesoramiento, como son los factores demográficos, el mercado laboral, marco institucional, sostenibilidad del sistema público de pensiones, estimaciones de inflación, esperanza de vida y otras variables socioeconómicas. Más allá de conocer y comprender la tipología de productos de inversión en el mercado más adecuada en función del perfil de riesgo y horizonte temporal de inversión de cada sujeto, la planificación estará incompleta si no se incorpora en el análisis la fiscalidad propia de cada individuo y sus descendientes, su perfil de riesgo y margen de desviación, así como el legado que quisiera dejar, la forma en la que lo quiere legar y las implicaciones fiscales para sus descendientes. Desde la puesta en valor y liquidez de los activos inmobiliarios a través de fórmulas de hipoteca inversa, hasta la venta y usufructo a los descendientes con la deuda asociada.
Han sido varios los casos donde, desde el punto de vista de la fiscalidad, la liquidez y la sucesión, se ha optado por configurar diferentes estructuras empresariales, como puede ser una empresa familiar o un vehículo de inversión, pasando por la creación y/o agrupación de determinados inmuebles de la unidad familiar en sociedades empresariales, hasta la venta anticipada de determinados activos e inversiones, reinvirtiendo nuevamente en otra clase de activos. Resulta curioso ver la casuística y multitud de alternativas de planificación financiero-fiscales atractivas para cada individuo, más allá de los productos de inversión existentes en el mercado, que hace que, en muchas ocasiones, sea incluso más ventajoso de cara a la jubilación, mantener parte de la riqueza generada en determinados activos financieros y/o reales frente al habitual plan de pensiones, instrumento que también consideramos complementario y necesario.