Las piedras del camino
JOHANNA PRIETO, FINANZAS CORPORATIVAS
21-09-2018
Este mes estamos de aniversario. Una década ya de lo que acabó conociéndose como el detonante de la Gran Crisis Financiera, la quiebra del banco de inversión americano Lehman Brothers.
El que más o el que menos ha leído estos últimos días opiniones y reflexiones sobre si hemos aprendido algo o si volveremos a cometer los mismos errores. No será objeto de este Blog aventurar si volveremos a cometer los mismos errores que acabarán en una nueva crisis, sino repasar si los detonantes que generaron la misma siguen en el camino. Conscientes de que no sólo habrán nuevas crisis sino que las crisis son necesarias para purgar excesos y desequilibrios acumulados, y ante la realidad incuestionable de que el hombre siempre tropieza dos veces en la misma piedra, resultará más práctico e interesante identificar si las piedras siguen en el camino o han desaparecido, ya que si continúan, tropezaremos nuevamente con las mismas.
En los años previos a la crisis, las principales economías convivían con políticas monetarias expansivas por parte de los bancos centrales que acabaron en una expansión artificial del crédito, con tasas de crecimiento de la oferta monetaria nunca vistas materializadas en nuevos préstamos, principalmente hipotecarios y a tipos de interés y márgenes por riesgo de crédito muy bajos, o incluso negativos descontando la inflación, generando una burbuja inmobiliaria. Esta burbuja, junto con la propagación y colocación de productos estructurados complejos y con subyacentes de baja calidad crediticia (hipotecas subprime), convirtió a Lehman Brothers en una las primeras víctimas, poniéndose en entredicho la solvencia de las entidades financieras. Si bien resulta curioso que hayan sido actuaciones de políticas monetarias en la línea de las que causaron la anterior burbuja las que se han utilizado para salir de las crisis, creemos que en este caso el trasfondo sí ha cambiado. Las ultra-expansivas y no-convencionales políticas monetarias de continuas inyecciones de liquidez, tipos de interés de intervención nulos y/o negativos, barra libre de financiación para los bancos y la compra masiva de activos por parte los bancos centrales, entre otros, se han visto acompañada de continuos cambios legislativos para afianzar la solvencia y seguridad e incrementar las exigencias de liquidez de las entidades financieras. Por tanto, tras el saneamiento y capitalización de la banca de estos últimos años, creemos que esa piedra, aunque sigue en el camino, se ha convertido en arena.
No podemos decir lo mismo en lo que respecta al endeudamiento de sector público y las empresas no financieras. A pesar de haber incrementado en más del 40% del PIB la deuda pública de los países desarrollados y estar mayoritariamente financiada por los fondos que las entidades financieras han obtenido de las inyecciones de liquidez de los bancos centrales, no creemos que el endeudamiento del sector público pueda ser un problema en sí mismo. Si bien puede llegar a ser preocupante en nuevos escenarios de crisis ya que desaparece el margen para que los gobiernos apliquen políticas fiscales y catalizadores económicos, pudiendo llegar incluso a tener que aprobar nuevos recortes en inversiones y gastos sociales en un escenario con mayores tipos de interés y carga financiera de los intereses a pagar por esa deuda. Por ello, es el momento de ajustar el déficit público y reducir el endeudamiento del sector público, enterrando así en el camino parte de esa piedra de la “deuda pública”, descartando claramente políticas que incrementen los déficits públicos.
En lo que respecta a las empresas no financieras, la realidad es que han sido las más olvidadas y poco cuidadas de esta crisis. Las inyecciones de liquidez de los bancos centrales no han llegado a las empresas en importe, tiempo y forma, ni de la mano de las entidades financieras que han canalizado principalmente el crédito al sector público, ni de la mano del sector púbico, que lo ha destinado a gasto corriente y no a aumentar las inversiones en infraestructuras sentando las bases para el crecimiento económico de cada país. La realidad es que el incremento del endeudamiento de las empresas, casi el doble durante la crisis financiera, no se ha traducido en inversiones productivas, excepto en el caso de las empresas tecnológicas, sino principalmente en gastos corrientes para sobrevivir al ciclo, restringiendo así la capacidad de generación de rendimientos en el futuro en un escenario de tipos de interés más elevados. Esta piedra no sólo sigue en el camino, sino que el resto de agentes se ha encargado de echarle más arena sobre la misma. Conscientes de que nos repetimos hasta el hastío, el impacto y virulencia de la próxima crisis vendrá determinado por la profundidad y efectividad de las medidas y políticas de apoyo a las empresas, y principalmente a las pymes, por parte de los Gobiernos e Instituciones supranacionales.