¿Just do it o Don’t do it?
07/07/2024
Dentro de la extensa literatura sobre inversiones, encontramos un viejo dicho que dice así: “Nunca apuestes en contra del consumidor estadounidense”. En los últimos años, esta afirmación ha demostrado ser acertada, puesto que a pesar de la incertidumbre económica provocada por la pandemia del COVID-19, los conflictos bélicos, la alta inflación y los periodos de elecciones, los consumidores estadounidenses han seguido gastando a niveles récord, lo que ha impulsado significativamente la economía (2/3 del PIB lo representa el consumo privado) y las acciones del sector de consumo discrecional, es decir, aquel que abarca bienes y servicios considerados como no esenciales.
Sin embargo, a pesar de este auge generalizado en el consumo de bienes y servicios, que se ha reflejado en las cotizaciones bursátiles, hay un componente del sector que no ha sido partícipe de este crecimiento y se ha visto bastante rezagado. Este es el caso de la industria de los artículos deportivos (textil, calzado y complementos), en el que la mayor parte de las empresas, salvo algunas excepciones, han sufrido un tremendo castigo bursátil en los últimos tiempos y con cierto pesimismo inversor. Empresas como Lululemon Atlética ha caído más de un 40% en lo que va de año, Under Armour más de un 25%, Puma más de un 12% y Nike, el caso más emblemático, ha caído más de un 20% solo a lo largo de esta última semana y un 55% desde máximos, siendo la mayor caída de la empresa en 20 años. Todo ello ha llevado a diversos analistas a cuestionar el modelo de negocio de estas compañías e incluso a reemplazar de forma jocosa el lema de Nike: “Just do it” (Simplemente hazlo) por Don’t do it (No lo hagas).
El análisis de este comportamiento bursátil nos conduce a diferentes desencadenantes: la inflación post-covid, la subida de los tipos de interés y la alta durabilidad de las prendas de calidad, han derivado en unas ventas peores que las esperadas en la mayoría de estas compañías, a lo que hay que añadir los problemas de las cadenas de suministro, alterando los patrones habituales de gestión de stocks y a un encarecimiento de los costes de producción, que solamente pueden repercutir las compañías cono capacidad de fijación de precio, en un sector además que es muy competido. Añadimos también una menor demanda del consumidor chino. Por otra parte, los grandes capitales inversores han fluido hacia sectores ligados a las megatendencias, tales como la robótica y la inteligencia artificial especialmente, dejando en segundo plano aquellos más tradicionales.
Por otra parte, como saben, las expectativas de los inversores juegan un papel crucial en las cotizaciones del mercado. Esto se debe a que, en términos generales, el conjunto de analistas suele valorar las compañías a través de modelos financieros que contemplan proyecciones de negocio en función de las tasas de crecimiento y ganancias o flujos de caja futuros, por lo que cuando una empresa no cumple con las expectativas, especialmente si estas son optimistas, se realiza una revisión de los modelos, de su valoración y el mercado reacciona de manera negativa.
Así, los analistas financieros también evalúan el coste de oportunidad a la hora de invertir. Hay sectores con tasas esperadas de crecimiento de ventas y beneficios muy superiores al de los artículos deportivos en los próximos años, con lo que para inversores con este horizonte de corto/medio plazo no resulta atractivo.
En general, podríamos decir que, para los inversores en valor, una empresa de calidad, que se refleja en sus fundamentales y modelo de negocio se vuelve más atractiva cuando su precio es castigado por el mercado, pues sus retornos esperados tienden a ampliarse. Bajo este escenario, determinadas empresas pueden presentarse como buenas oportunidades de inversión si ampliamos nuestro horizonte temporal al largo plazo. Recuerden asesorarse bien.