Inversión de Impacto: Green Bonds
JESÚS RODRIGUEZ, ASESORAMIENTO PATRIMONIAL
Septiembre 2019
Inversión de Impacto: Green Bonds
En los últimos años las inversiones de impacto han empezado a cobrar importancia para los inversores, debido al objetivo dual de las mismas: además de una rentabilidad financiera atractiva persiguen un impacto social o ambiental positivo.
Tradicionalmente, la asignación de activos que los inversores han dedicado a este tipo de inversiones ha sido muy reducida debido a la iliquidez que las caracterizaba. Actualmente, han adquirido un mayor peso a consecuencia de su extensión a grandes categorías de activos como la renta fija y la renta variable. De esta manera, se consigue orientar capital a abordar los desafíos más apremiantes del planeta, relacionados con sectores como la agricultura sostenible, las energías renovables, las microfinanzas y los servicios básicos, como la vivienda, la atención médica y la educación.
Este tipo de inversión ha puesto en entredicho la visión tradicional que dejaba los problemas sociales y medioambientales en manos de la filantropía, orientando las inversiones en los mercados, únicamente a obtener rentabilidades financieras. Sin embargo, las inversiones de impacto han dado con la fórmula para unir ambos tipos de retorno. De esta forma, los bancos, los fondos de pensiones y los fondos de inversión pueden proporcionar oportunidades de inversión, tanto a clientes individuales como institucionales, que además de rentabilidad financiera puedan centrarse en las causas sociales o medioambientales que preocupan a sus clientes. Por su parte, los inversores institucionales, como pueden ser las fundaciones, podrán obtener retornos para continuar con el desempeño de su objeto social, mientras dedican una mayor parte de su capital a sus principales objetivos sociales y/o medioambientales.
Estas inversiones adquieren cada vez más importancia debido a la mayor concienciación que tenemos acerca de la inversión sostenible, término que tiene su origen en John Elkington, empresario británico que ya en 1995 hablaba del “triple balance” refiriéndose a que todas las empresas deberían centrarse en las personas, el planeta y los beneficios para tener éxito a largo plazo. Actualmente, los ahorradores más jóvenes son los que están impulsando este movimiento debido a que ya no se conforman simplemente con aplicar filtros de exclusión dejando fuera a compañías o sectores que van en contra de sus ideales, sino que pretenden que sus ahorros produzcan un efecto positivo en la sociedad.
Los green bonds o bonos verdes son una de las categorías de inversiones de impacto que más repercusión están teniendo. El objetivo de éstos, es obtener fondos a través de la emisión de deuda, igual que cualquier otro bono, si bien dichos fondos deben ser destinados a financiar proyectos que reporten beneficios en materia medioambiental o climática. Fueron creados en 2007, cuando el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el Banco Mundial emitieron bonos con calificación AAA con esta finalidad. En noviembre de 2013 se produjo la primera emisión de un bono verde corporativo por parte de una empresa inmobiliaria sueca. Entre los grandes emisores de estos bonos se puede encontrar, entre otros, a emisores internacionales como Apple, Engie y Crédit Agricole, o Telefónica e Iberdrola en el ámbito nacional.
En 2016 las emisiones de bonos verdes a nivel mundial superaban los 87.000 millones de dólares, duplicando los 42.000 millones de dólares de 2015, lo cual pone de manifiesto el crecimiento exponencial que han venido experimentando. En 2018, el volumen emitido alcanzó los 167.300 millones de dólares. Según la agencia de calificación Moody’s, se espera que superen los 200.000 millones de dólares a finales de este año. A pesar de esto, las emisiones de bonos verdes constituyen únicamente el 3,8% de las emisiones del mercado de bonos a nivel mundial, no obstante, su participación está creciendo de forma gradual, adquiriendo cada vez una mayor envergadura.
Durante el 2019, han sido las empresas los principales emisores, si bien, ya existen emisiones de este tipo por parte de ciudades como Gothenburg (Suecia), gobiernos como Estados Unidos o Francia, provincias como La Rioja (Argentina), Fannie Mae, una de las agencias hipotecarias de Estados Unidos, también se ha subido al carro emitiendo distintos tipos de ABS verdes.
Entre las categorías de proyectos que se pueden considerar “verdes”, según los Green Bond Principles, se encuentran aquellos destinados a energías renovables, eficiencia energética, la prevención y el control de la contaminación, la gestión sostenible de los recursos naturales y el uso de la tierra, conservación de la biodiversidad terrestre y acuática, trasporte limpio, gestión sostenible del agua y de las aguas residuales, adaptación al cambio climático, productos adaptados a la economía ecológica y/o circular y edificios ecológicos, entre otras.
De hecho, Porsche AG ha emitido el bono verde más grande hasta el momento por valor de 1.000 millones de euros para financiar el proyecto del modelo Taycan, el primer coche completamente eléctrico del fabricante, que era presentado esta semana.
Por su parte, la Corporación Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés), entidad del Grupo Banco Mundial, cuya finalidad es promover el desarrollo del sector privado en países emergentes, es otro de los nombres importantes en el mercado de bonos verdes. Prueba de esto es que a cierre de junio de 2018 llevaba emitidos 111 bonos por valor de 7,6 billones de dólares en 13 divisas diferentes, dedicados a financiar proyectos climáticos en países en vías de desarrollo.
En definitiva, las inversiones de impacto y concretamente los bonos verdes, son una alternativa a la financiación tradicional que se ajusta a cualquier emisor con un proyecto socialmente responsable. Asimismo, también son una alternativa de inversión para aquellos que además de rentabilidad financiera busquen dejar una huella positiva en el planeta.