Independencia financiera
MUNESH MELWANI, SOCIO-DIRECTOR GENERAL DE CROSS CAPITAL
25/09/2022
La independencia o libertad financiera, o, dicho de otra forma, no preocuparnos por el dinero, puede convertirse en uno de nuestros objetivos vitales. Para ello, primero debemos entender qué se entiende técnicamente por este concepto. En el ámbito del asesoramiento financiero profesional, esta meta, se concibe su consecución únicamente mediante el ahorro y la inversión.
Se puede pensar que el dinero no lo es todo, y desde luego que no lo es, pero si es un factor que contribuye al bienestar y a la felicidad en última instancia, siempre que se den asimismo otra serie de condicionantes en la vida. En definitiva, lo que se persigue es ser dueños de nuestro tiempo y elegir cómo queremos vivir nuestras vidas: esto ya supone un éxito rotundo. Resulta un tanto utópico en el mundo en que vivimos, pero si se empieza pronto, se puede alcanzar. Ahora bien, el proceso de aprendizaje es largo y se puede realizar solos o acompañados.
Pero ¿qué entendemos por independencia financiera? Hay muchas definiciones e interpretaciones, pero en términos simples, sería cuando los ingresos pasivos de nuestras rentas procedentes de activos inmobiliarios y mobiliarios (dividendos, cupones, de instrumentos financieros) son suficientes para dar cobertura a las necesidades estándares de una familia de clase media. Además, se ha de disponer de un importe ahorrado aparte, en forma de fondo o reserva para contingencias, que dé cobertura al menos a 2 o 3 años de vida estándar mientras no se percibe ningún otro tipo de ingreso.
La fórmula mágica que nos puede llevar a la libertad financiera deseada se llama capitalización compuesta. El activo financiero que nos permite aplicar dicha magia es la renta variable y la disciplina de inversión por excelencia en esta clase de activo es el Value Investing, cuyo máximo exponente a escala plantearía es el inversor Warren Buffet, que recientemente ha cumplido 92 años. Esta filosofía no persigue otra cosa que invertir en compañías a un precio muy por debajo de su valor intrínseco y, por tanto, con un margen de seguridad. Existen muchas variantes de enfoque dentro de la misma disciplina, pero a nuestro modo de ver, invertir en compañías de calidad a un precio razonable, ha demostrado funcionar siempre, eso sí, con vocación de largo plazo.
La clave de invertir con éxito no radica en cuánto sabemos y conocemos, sino más bien, en cómo nos comportamos. No hay que olvidar que tras los mercados financieros hay personas tomando decisiones, más allá de algunos superordenadores, y, por tanto, la psicología es una pieza clave: debemos huir de las emociones. Los mercados suben y bajan en función de las distintas fases en cada ciclo económico y de otros condicionantes, pero hay patrones similares en los comportamientos humanos: cuando caen y se marcan nuevos mínimos, el sentimiento inversor está dañado y cunde el pánico, y muchas veces se toman decisiones desacertadas como vender…cuando en realidad, si tenemos buenas compañías en cartera, con modelos de negocio sólidos, con elevada rentabilidad operativa, con ventajas competitivas perdurables o ampliables, con control de la distribución, con equipos gestores alineados con los accionistas, con capacidad de reinversión en varias oportunidades del negocio, escalabilidad, etc., deberíamos estar aumentando la posición, dado que lo que era bueno antes, ahora más barato es mejor, siempre que no hayan cambiado sus fundamentales, esto es, que no haya ocurrido algún evento que haya alterado nuestra tesis de inversión. Por el lado contrario, cuando el mercado marca nuevos máximos, vuelve el optimismo y la apetencia inversora…y las valoraciones se tornan exigentes, limitando así la potencialidad de las ganancias.
Pero ¿cómo afinar y dar con estas empresas de calidad? Hay aspectos cualitativos como los señalados anteriormente, pero en términos cuantitativos hay algunos preceptos que normalmente siempre se dan: (i) el ROIC (Return on Invested Capital) es elevado (doble dígito) y se mantiene durante años, y muy por encima del WACC (Weighted Average Cost of Capital), (ii) capacidad de generar FCF (Free Cash Flow) y (iii) un nivel de deuda bajo o razonable.
Como dice el maestro Buffet: “Invertir es simple, pero no sencillo”. Leer mucho es muy importante, apuntar las ideas, analizar en profundidad los negocios, elaborar racionales, revisitar las mismas tras un tiempo, aprendiendo de los errores, e incluso de los aciertos. Se trata de seguir aprendiendo, seguir invirtiendo, acertando y equivocándonos y seguir. Es una cuestión de tiempo invertidos y no de acertar el momento. Lejos de querer animarlos a que inviertan por sí solos, si no van a tener dedicación plena, conviene buscar apoyo externo, preferiblemente independiente y por supuesto, de la mano de una empresa regulada y registrada en la CNMV. Recuerden, asesórense bien.