Gestión de riesgos financieros en la empresa
AARÓN RODRÍGUEZ, ASESORAMIENTO Y GESTIÓN PATRIMONIAL
Julio 2019
En los últimos años, hemos sido testigos de una volatilidad sin precedentes en los precios de los productos básicos, debido a un incremento en la dinámica de la oferta y la demanda. Mientras tanto, las empresas han tenido que lidiar con esta realidad y enfrentarse, en muchos casos, a cambios dramáticos en su rentabilidad, ya sea en los productos que compran, venden o producen. En el artículo del mes de mayo, hacía referencia al papel que desarrollan los instrumentos derivados en el correcto funcionamiento de la economía real y es que no puede ser de otra manera; el uso de éstos como cobertura de riesgos, supone una excelente herramienta de control de volatilidad y, en algunos casos, la única vía de evitar situaciones que podrían poner en riesgo la supervivencia de la empresa.
Por ejemplo, la mayoría de las empresas fueron pilladas por sorpresa cuando Reino Unido votó a favor de salir de la Unión Europea en 2016, proceso conocido popularmente como “BREXIT”, propiciando una depreciación de la Libra frente al Euro de más del 20%. En los últimos años, esto ha provocado que muchas áreas financieras corporativas se pusieran a trabajar en ese sentido y evitar, mediante el empleo de contratos derivados, que un evento de naturaleza poco probable vuelva a tener la capacidad de causar severos estragos en las cuentas anuales, poniendo en riesgo el plan estratégico. Nassim Taleb, académico y financiero libanés, define a estos eventos como cisnes negros, es decir, eventos atípicos que normalmente se producen por una serie de causalidades que pasan inadvertidas, pero que provocan un impacto tan tremendo que modifican el resto de los escenarios que habíamos previsto para los meses posteriores.
La cuestión de si cubrir o no el riesgo continúa desconcertando a muchas empresas debido a que en muchas ocasiones existe un concepto erróneo sobre el riesgo, se desconoce el coste de realizar la cobertura y, además, se tiene miedo de reportar una pérdida con las transacciones de derivados. La falta de familiaridad con las herramientas y estrategias de cobertura agrava esta confusión, pero lo cierto es que la mayoría de las soluciones derivadas se construyen a partir de dos instrumentos básicos: los forwards y las opciones. Si se entiende esta parte, se podrá comprender cualquier tipo de estructura más compleja, pues no es más que la combinación de los dos instrumentos básicos.
Otro motivo por el cual no se suelen emplear dentro de las empresas es porque tienen colgado el sambenito de la especulación, y se tiende a pensar que añaden un riesgo adicional cuando lo que sucede es todo lo contrario. Esta percepción también tiene que ver con la venta de swaps asociados a financiación de forma masiva por parte de la banca hace unos años. En realidad, una cobertura convenientemente construida siempre reduce el riesgo, pero si se opta por no protegerse, lo que se está haciendo es exponer a la empresa a riesgos adicionales y en ese caso, se está especulando, y lo peor, que se hace sin ser plenamente conscientes del impacto de dicha decisión.
Si los competidores son empresas locales y ninguno toma medidas en este sentido, se pueden salvar los muebles: por ejemplo, si aumenta el precio del cemento, al resto también le afectará; si lo hace el precio del combustible, el del grano de café, el azúcar,… e incluso si aumenta el precio del dólar, u otra divisa en la que se suela importar la mercancía con la que realizas transacciones, el resto de competidores también se verá afectado, ¿pero qué sucede cuando entra un competidor externo? Ahí el panorama cambia, y ya no se puede permitir el lujo de trasladar la dinámica de los costes al precio final. No cabe la resignación ni la excusa, solo pelear, pero ¿cómo? Un caso real. Barrick Gold es una empresa que se dedica a la extracción y venta de oro, un metal que aún cotiza por debajo de los niveles de 2011 y cuya extracción es cada vez más complicada. En una entrevista que hicieron este año a Mark Bristow, ahora Director General de Barrick, la mayor minera de oro a nivel mundial, y ex Ceo de Randgold, se pudo ver cómo la oficina de éste estaba repleta de terminales de información financiera. No es descabellado pensar, por tanto, que el uso que se la ha dado a esa información es la que, no sólo permitió a Randgold obtener resultados positivos todos los años que caía el precio de la materia prima, sino que también influyó en el momento de tomar la decisión de fusionar las dos compañías (el oro avanza un +10% en el año). Pero lo más llamativo es, sin duda, que Randgold no aparecía en ningún ranking en 2011.
Por ello, es por lo que un programa de cobertura eficaz no busca eliminar todos los riesgos, más bien intenta transformar los riesgos inaceptables en aceptables. El desafío clave para el responsable consiste en determinar los riesgos que se está dispuesto a asumir y los que se desean transformar mediante coberturas. Por tanto, se puede afirmar que el objetivo de cualquier programa de cobertura debe ser, ayudar a la empresa para que obtenga el perfil de riesgo óptimo que equilibre los beneficios de la protección vs los costes de la cobertura.
Cuando se hace bien, los beneficios financieros, estratégicos y operativos de la cobertura pueden ir más allá de simplemente evitar dificultades financieras, pues el uso de opciones, por ejemplo, nos permiten tanto preservar como crear valor. Pero mal empleadas, ya sean coberturas de materias primas, divisas o de tipos de interés, pueden superar la lógica que subyace y destruir más valor del que inicialmente estaba en riesgo. Esto sucede cuando perdemos la perspectiva global del negocio, ya que pudiera pasar, que una empresa con diferentes unidades de negocio cubra lados opuestos del mismo riesgo, o se subestimen los costes de una cobertura total, o incluso se pasen por alto las propias coberturas naturales en deferencia de las coberturas financieras. Sin lugar a duda, la cobertura implica cálculos y estimaciones complejas, pero el valor que se genera para la empresa se verá suficientemente recompensado al reducir el coste del capital y estabilizar los beneficios.