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Factores de incertidumbre económica global

MUNESH MELWANI,  SOCIO-DIRECTOR GENERAL

24/02/2019

Los que tenemos la suerte de poder tener ahorros invertidos en activos financieros, sufrimos en 2018 los avatares de los mercados financieros, que se derrumbaban en el último trimestre del año, alentados por un pesimismo en el sentimiento inversor, auspiciado por varios factores de incertidumbre: principalmente el Brexit, la guerra comercial, el sesgo de las políticas monetarias del BCE y la FED, la crisis fiscal italiana y algunas señales de ralentización económica procedentes especialmente de China. No hubo activo refugio (más allá de oro) y la correlación entre las distintas clases de activos financieros puso en cuestión la teoría de gestión de carteras y elementos como la diversificación, dado que todo cayó a plomo.

Este año 2019, lo hemos empezado en modo “risk on”, esto es, más optimistas, registrando toda clase de activos financieros ganancias hasta la fecha. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ahora todo se recupera? Los mercados aparentemente se pasaron de frenada y una vez más, algunos inversores mal vendieron, por haber superado su umbral de riesgo asumible y por no querer asumir la perspectiva de largo plazo que se debe mantener al estar invertidos. Pero realmente, el trasfondo si ha cambiado: cada vez hay más signos de ralentización económica global, que no de recesión (de momento), en distintas partes del mundo desarrollado.

La economía de EE.UU. en teoría está finalizando su ciclo expansivo y está a tres meses de ser el más largo de la historia moderna (lleva ya 116 meses). Sigue siendo el motor económico del mundo, con una situación de pleno empleo y se puede explicar parcialmente por su cultura del trabajo y los negocios, la propensión al consumo (demanda interna), pero también porque el gobierno Trump ha ayudado con las rebajas fiscales y su política de “America first”. Al margen de esto, es relevante poner en valor, en plena revolución tecnológica, el peso que las principales compañías estadounidenses del sector representan a escala mundial y su contribución a la generación de empleo y al PIB de aquel país: están en la cresta de la ola de la innovación tecnológica. Estamos hablando de auténticos monopolios: Amazon, Google y Facebook, adquieren startups competidoras y generan beneficios espectaculares, por no mencionar a Apple, cuyo valor bursátil llegó a corresponderse (cuando cotizaba recientmente a 200$/acción) con el PIB español. Al margen de ello, en Estados Unidos comienzan a preocupar algunos desequilibrios, principalmente asociados a la deuda de las empresas, que sigue creciendo a un ritmo insostenible en términos de PIB, casi duplicando en volumen a los niveles precrisis (9,1 billones al cierre de 2008 vs 4,9 billones en 2007). Asimismo, el endeudamiento de las familias tampoco nos deja indiferente, donde más de 7 millones de norteamericanos ya superan los 90 días de impago de las cuotas de financiación de sus automóviles, más que en 2010. Al tema de la deuda privada, añadiríamos la fortaleza del USD, la tensión comercial con China y más recientemente, el cierre del Gobierno. Por su parte, la FED ha relajado su mensaje de subida de tipos en la medida en que la inflación, aunque creciente, permanece controlada y la economía se ralentiza: quiere ver cómo evoluciona y ser más precisos a la hora de dar el siguiente paso.

No obstante lo anterior, nos preocupa más la Eurozona: la Comisión Europea (CE) ha actualizado sus previsiones de crecimiento, situándolo en el 1,3% este año, es decir, seis décimas menos de lo esperado el pasado otoño y con un crecimiento por debajo del potencial. Por países, la mayor revisión a la baja la encontramos en Italia: un 0,2% en 2019 y 0,8% en 2020. Para Alemania y Francia, la CE prevé un avance del 1,1% y 1,3% este año, respectivamente. España persiste como la economía más dinámica con un aumento del 2,1% en 2019. Resulta muy preocupante que el PIB de la zona haya perdido dinamismo en estos meses, dado que no se ha endurecido ni la política monetaria ni fiscal, ni tampoco se ha apreciado el euro. Más bien al contrario: las condiciones siguen siendo claramente expansivas, pero claramente contribuyen a esta situación los “chalecos amarillos” en Francia, la recesión italiana (la sexta en los últimos 15 años), los efectos de la guerra comercial sobre el sector automoción en Alemania, etc., además del polvorín político (populismo, ultraderecha…) y el efecto del Brexit. La reducida inflación (se contempla 1,4% para 2019) aún otorga margen al BCE tanto para aplicar medidas convencionales como no convencionales, pero el problema del crecimiento viene vinculado en gran medida a la incapacidad de subirse a la revolución tecnológica mundial, liderada por EE.UU., y a la necesidad de aplicar más políticas fiscales en aquellos países que todavía tienen margen, además de realizar reformas estructurales efectivas.

Desde el punto de vista de la inversión, no necesariamente en épocas de ralentización, los mercados se comportan negativamente, pero con todos los frentes abiertos mencionados, seguro que no estarán exentos de episodios de elevada volatilidad y de correcciones, que también serán aprovechables.