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Estabilidad financiera con matices

MUNESH MELWANI SOCIO-DIRECTOR GENERAL DE CROSS CAPITAL EAFI

 

28-10-2017

Estabilidad financiera con matices

Esta semana veíamos como las palabras de Draghi servían de bálsamo una vez más para las bolsas, lanzando un mensaje algo más expansivo de lo esperado, recalcando que “continúa esperando que los tipos de interés oficiales del BCE se mantengan en los niveles actuales durante un período prolongado que superará con creces el horizonte de sus compras netas de activos”. Esta compra de activos en principio durará hasta septiembre de 2018, habrá que ver si prosiguen más allá de dicha fecha.

Esta ha sido la tónica general de los bancos centrales para resolver la crisis financiera desatada en 2008, esto es, política expansiva y acomodaticia, con tipos cero y medidas excepcionales, que ahora están llegando a su fin. Como efecto derivado de la misma, hemos retornado a un crecimiento económico global con un ritmo saludable, acompañado de una política monetaria y condiciones financieras benignas, con una inflación no preocupante, que anima a los inversores en la búsqueda de mayores rentabilidades aumentando su apetito por el riesgo. Esto ha repercutido notablemente en la evolución de los mercados financieros, con bolsas al alza, volatilidad en mínimos, caída continuada de rentabilidades en la deuda pública y el estrechamiento de diferenciales crediticios en la deuda corporativa, que registran mínimos de la última década, situación que en el medio plazo genera algunas vulnerabilidades para la estabilidad financiera.

Las rentabilidades de la renta fija en mínimos, que difícilmente superan el 4% en los países desarrollados, ha propiciado que los flujos de inversión se hayan dirigido a los países emergentes; además, las empresas, bajo un contexto de bonanza macro y tipos en mínimos, se han lanzado a emitir deuda, reestructurando la anterior, abaratando su pasivo, pero generalmente, endeudándose más, aprovechando el momento y apetito inversor. Una reversión algo brusca de esta situación, con tipos y diferenciales al alza y un aumento de la volatilidad, podría traer serias consecuencias, especialmente en aquellos países que están creciendo a buen ritmo y donde el sector privado (no financiero) se encuentra endeudado por encima de la media histórica (por ejemplo, en China, pero en general los países del G20, exceptuando los emergentes).

Lo importante es que las reformas para evitar otra crisis financiera, especialmente las concernientes al sistema bancario, se han llevado a buen término en gran parte (algunos coletazos quedan por dar), pero hay otras que llevan retraso, por ejemplo, las relativas a la redistribución de los ingresos entre ahorradores y consumidores a través de los sistemas fiscales, la optimización de los incentivos a la inversión especialmente para aquellos negocios que son rentables y generan empleo e impacto social, mejorar la utilidad de la inversión y financiación pública, reducir la dependencia de las empresas a la deuda (en general, pero especialmente bancaria) y educarlas para la apelación a los mercados de capitales y la inversión privada en capital, etc…todo ello, para evitar futuros episodios de desestabilización de la economía.

Obviamente, no todo puede depender de los bancos centrales, quienes también velan por la estabilidad del sistema financiero global controlando los precios a través de sus políticas monetarias; no se les puede culpar de que su intervención haya derivado en una inflación de precios de los activos financieros y de que la situación generada suponga riesgos potenciales en el medio plazo, dado que ellos han hecho su trabajo; pero todo lo demás apuntado, depende de los gobiernos, de su política económica y fiscal, de la regulación aplicada, de sus actuaciones en materia de educación, etc., pero las medidas y reformas realizadas no han ido al mismo ritmo, queda mucho por hacer y cuanto antes mejor.