El camino de la Inversión Socialmente Responsable
DAVID MARTÍN, ANALISTA Y ASESOR FINANCIERO
Diciembre 2020
En la industria de las finanzas, uno de los temas de moda hoy en día es la Inversión Socialmente Responsable (ISR). En artículos anteriores, hemos introducido la inversión responsable y los criterios ESG, destacando algunas de las características principales que tiene esta metodología de inversión. Desde entonces, la ISR ha dejado de ser un área de especialización para convertirse en una tendencia estructural que está cambiando la industria de la gestión de activos y que engloba a todo el conjunto de la economía.
La ISR ha acaparado en las últimas décadas la atención de la comunidad inversora como una vía fundamental para el desarrollo del compromiso de las inversiones con el medio ambiente (“E” de Environmental), el ámbito social (“S” de Social) y la gobernanza corporativa (“G” de Gobernanza). Pero esta conciencia sobre estos aspectos se remonta a años atrás. Por ejemplo, en 1928 se lanzó Pioneer Fund, el primer fondo de inversión en el cual se aplicaban criterios de exclusión basados en la problemática social derivada del alcoholismo y la ludopatía. En 1972, las Naciones Unidas creo una agencia (UN Environment Programme) encargada de coordinar las actividades medioambientales, ayudando a los países a desarrollar políticas y practicas ecológicamente responsables. En la parte final del siglo XX, la conciencia por el medioambiente cobró un mayor protagonismo con la adopción del Protocolo de Kioto. Este acuerdo, cuyo principal objetivo era reducir las emisiones de gases invernadero, tomó gran relevancia por ser el primero de carácter internacional en reconocer los riesgos derivados del cambio climático.
Los primeros pasos de la inversión responsable se dan en 2005, cuando las Naciones Unidas desarrolló un conjunto de principios globales de mejores prácticas para la inversión responsable. Esta iniciativa, conocida como los Principios de Inversión Responsables (PRI), se fundamentaba en una convicción creciente en que mientras que las finanzas impulsan la economía global, las prácticas en la toma de decisiones y en las políticas de identificación de las inversiones no reflejan lo suficiente las consideraciones sociales y ambientales. Diez años más tarde, la Agenda 2030 (con los Objetivos de Desarrollo Sostenible) y el Acuerdo de París en la COP 21 condujeron al fortalecimiento de este proceso de concienciación. Este proceso se ve reflejado en el Informe Global de Riesgos, que año a año elabora el Foro Económico Mundial. En 2007 este informe advirtió de que los principales riesgos a nivel global identificados eran de origen económico y geopolítico. Pero con el transcurso de los años, los riesgos percibidos con mayor probabilidad de ocurrencia y mayor impacto por el Foro Económico Mundial son de carácter medioambiental: clima extremo, desastres naturales, fracaso en el cumplimiento por parte de los países de las medidas contra el cambio climático, etc.
El periodo de 2015 – 2018 es de gran importancia para el ámbito de la sostenibilidad. Los acontecimientos que marcaron 2015 dieron pie en 2018 a la presentación del Plan de Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea. Este plan busca potenciar el papel de las finanzas en construir una economía que permita alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y de la agenda de la Unión Europea para el desarrollo sostenible. El plan determina la necesidad de conectar las finanzas con las necesidades específicas de la economía europea y mundial en beneficio del planeta y de nuestra sociedad. Para ello, los principales objetivos son canalizar los flujos de capital hacia inversiones sostenibles; gestionar los riesgos financieros derivados del cambio climático, deterioro del medio ambiente y los problemas sociales; y fomentar la transparencia y el horizonte temporal de largo plazo en las actividades económicas y financieras.
La involucración directa de la financiación y la inversión privada es clave para el desarrollo de la transición sostenible de las economías. Pero ¿cuáles son las estrategias que llevan a cabo estas actividades de financiación e inversión sostenibles? La ISR abarca una amplitud de estrategias y herramientas que permiten analizar y diferenciar las compañías dependiendo de qué actividad desarrollan y cómo las desarrollan. Estas estrategias no son excluyentes y, dependiendo de las características y objetivos del inversor, se pueden utilizar unas u otras.
En primer lugar, la primera estrategia que se utiliza en la gestión de activos se basa en la exclusión. El proceso de exclusión elimina del universo de inversión ciertas empresas o sectores donde su principal fuente de negocio o, el desarrollo de esté, se asocie con actividades que no cumplan criterios sociales y/o medioambientales. Esta herramienta esta vinculada a criterios éticos o reputacionales y dada su aplicación totalmente flexible, la hace la estrategia menos sofisticada de la ISR. Basada en discriminación negativa, no permite identificar las compañías que ofrecen una relevante huella sostenible.
Utilizando un análisis de sesgo positivo, la estrategia best-in-class nos ayuda identificar dentro de cada sector las compañías con mejor calificación en términos ESG. Esta discriminación positiva nos permite invertir en las compañías más comprometidas con la sostenibilidad. Existe también, dentro de esta tipología de estrategias, la selección best-in-efforts, encontrando compañías que mayor crecimiento en cuanto a mejoras de las métricas ESG presentan. Otra estrategia utilizada es la que busca identificar empresas que tengan un elevado potencial de mejorar los criterios ESG y es conocida como best-in-prospects. Estas estrategias favorecen a las compañías con mejor perfil sostenible. Hay que puntualizar que esta discriminación positiva no se encarga de evaluar la actividad económica que desarrolla la empresa, sino valora la manera en la que la compañía la desarrolla. Por tanto, no se identifican compañías que, con la actividad económica que desempañan, generan un impacto positivo en la sociedad.
Una de las estrategias más recientes en el ámbito ISR, es la inversión de impacto. Representa la inversión que busca la creación de valor económico junto con la creación de valor social. Esta tipología de inversión se centra en los modelos de negocio de las compañías y en el impacto positivo que generan en la sociedad sus productos o servicios. En la inversión de impacto se debe cuantificar el impacto social y/o medioambiental que genera. Es por ello por lo que presenta unas ciertas características que la inversión tiene cumplir: intencionalidad, retorno económico, causalidad, medición y validación. Debido a estas características, la inversión de impacto ha tenido un fuerte desarrollo en mercados privados e ilíquidos como el private debt. Pero a su vez, con la evolución de esta modalidad de inversión hacia un enfoque más universal se puede forzar a no cumplir ciertos requisitos. Por ejemplo, en los mercados secundarios el requisito de causalidad es mas difícil de evidenciar, debido a la cuestionable existencia o no de causa-efecto entre la inversión realizada y el impacto generado. A tal efecto, las inversiones que generan impacto positivo se han ido expandiendo y hoy en día distinguimos diferentes modalidades de inversión con impacto positivo, como puede ser la inversión temática o la inversión alineada con los ODS.
Desde Cross Capital conocemos la importancia que tiene la compresión de los instrumentos y estrategias que la ISR pone a nuestra disposición. Las pequeñas decisiones que tomamos a título personal como inversores son importantes a nivel colectivo. Por tanto, resulta vital para el desarrollo de la transición económica de nuestra sociedad, apoyar la integración de factores sostenibles y fomentar cambios positivos en nuestras inversiones. Pensamos que la industria financiera ha despertado en lo que se refiere a contribuir positivamente a la sociedad y mejorar nuestro planeta, movimiento del que nos sentimos parte activa.