El futuro del efectivo
MUNESH MELWANI. Socio-Director General de Cross Capital Eafi
Agosto-2019
En plena 4ª revolución industrial, esto es, inmersos en la transformación digital de nuestras vidas en el sentido amplio, la cual ha traído consigo una disrupción enorme en el sector financiero con la aparición de las fintechs, los neobancos, el auge de las criptomonedas y la consolidación del pago digital, muchos países han tomado la iniciativa de promover la sustitución progresiva del efectivo como instrumento de pago, mientras la sociedad se planea la cuestion de si finalmente desaprecerá.
El uso de los smartphones y más recientemente los wearables, como por ejemplo, los smartwatches, ha propiciado que cada vez más se pague con tarjeta de crédito o débito a través de estos dipositivos. Adicionalmente, el lanzamiento de sistemas de pago seguros como el Apple Pay o el Google Pay, también incentivan a la población más jóven especialmente, pero también la próxima a los cuarenta años, a apalancarse en la tecnología para realizar sus pagos y demás transacciones económicas. Por su parte, el auge del comercio electrónico, ha hecho que aplicaciones de pago por Internet como PayPal o Venmo sean algo cotidiano.
La realidad actual es que la mayor parte de las transacciones en el mundo se siguen realizando en efectivo. No obstante, según el servicio de estudios del Banco de Inglaterra y el Banco Mundial, su cuota de uso ha estado cayendo progresivamente desde el 89% en 2013 al 77% actualmente. Más allá del uso del móvil en las economías emergentes (muy pobladas), han sido los países más ricos, pequeños y con una elevada cultura financiera los que han liderado el cambio. Lógicamente, dentro del mundo occidental, son las economías más digitalizadas las que menos pagos en efectivo realizan. En países como Noruega o Dinamarca, donde el 97% de la gente utiliza internet, ya en 2016, 4 de cada 5 pagos se efecturaon sin utilizar efectivo vs Italia, donde el 85% de las transacciones se realizaron en efectivo, con una penetración de internet del 61% entre su población.
La fuerza impulsora de esta tendencia mundial de sustitución del efectivo por los medios de pago digitales o tarjetas bancarias, es el resultado de una combinación de voluntades: la de la empresa privada y la del Estado. Por ejemplo, se ha constatado que aquellas empresas que han impulsado el pago contactless (sin contacto), han visto aumentar el número de transacciones por tarjeta entre un 20 y un 30 por ciento en cuestión de 3 años. Aquellos bancos que han facilitado las transferencias entre cuentas a través de sus aplicaciones de banca online en los smartphones, también han visto impulsado el número de operaciones. En el caso de EE.UU., país con un modesto grado de penetración de internet del 75%, el factor que ha impulsado al aumento del pago “sin efectivo” ha sido el hecho de que las grandes tecnológicas ya mencionadas, así como Visa y Mastercard, son nacionales y lo promueven de forma permanente.
Por su parte, las políticas públicas son fundamentales y marcan la diferencia: por ejemplo en algunas ciudades como Amsterdam y Londres, se ha prohibido pagar en efectivo en el transporte público. Estonia, el país donde nacio Skype, ha sido el líder en digitalizar servicios públicos tales como el pago de impuestos o incluso las votaciones en las elecciones del país: sus ciudadanos se sienten cómodos utilizando las nuevas tecnologías y compartiendo información. El caso nipón supone un contraste, dado que históricamente el mercado de las tarjetas de crédito estuvo protegido estatalmente frente a competidores extranjeros en formato de monopolio; por ello, a pesar de que la penetración de internet es actualmente superior al 85%, los pagos en efectivo superan el 60%.
Exite por tanto una diversidad enorme entre los distintos países en cuanto al grado del uso del efectivo: desde Indonesia o India donde más del 95% de los pagos se realizan en efectivo y en el que 1 de cada 4 ciudadanos utiliza internet, o Noruega, donde aproximadamente el 15% de las transacciones se pagan en efectivo y donde el 95% de la población vive conectada. En este sentido, a priori, la reducción de su utilización a nivel mundial llevará un tiempo, si bien queda claro que se ha alcanzado un punto de inflexión y de que los gobiernos son conscientes de que su manejo resulta más caro que los pagos digitales. De hecho, diversos estudios lo han cuantificado en un 0,5% del PIB, un coste para la sociedad, cuyos recursos se podrían destinar a finalidades más imporantes por parte de los gobiernos.
Por tanto, ante la pregunta de si finalmente desaparecerá el efectivo o no de nuestras vidas, lo que está claro es que la tendencia de su sustitución es imparable, si bien hay elementos culturales en algunos países que hacen que los ritmos sean diferentes.