Adiós a “SuperMario”
MUNESH MELWANI, SOCIO-DIRECTOR GENERAL
27/10/2019
“Mi legado es no rendirme nunca”: con estas palabras Mario Draghi ha resumido sus ocho años al frente del Banco Central Europeo (BCE), tras haber participado en su última reunión el pasado jueves. Como no podía ser de otra forma, ha aprovechado su despedida para reiterar que las políticas monetarias por sí solas no son suficientes e insistió en el mensaje que lanzó en septiembre sobre la necesidad de implementar medidas de política fiscal, si se querían ver tipos al alza en los próximos años. De este mensaje se han hecho eco los políticos durante las reuniones de otoño del FMI y del Banco Mundial, al comprobar que la política monetaria es cada vez más insuficiente para abordar en solitario desafíos que tiene el crecimiento como son, entre otros, el proteccionismo comercial.
A pesar de las críticas que ha recibido recientemente por las últimas medidas adoptadas, la labor de Mario Draghi como presidente del BCE durante su mandato ha sido digna de elogio. En estos años ha tenido que enfrentarse al periodo probablemente de mayor inestabilidad en la Eurozona desde su creación en 1999, la llamada Crisis del Euro (2010-12). Su famosa frase de “whatever it takes” (“lo que sea necesario”), pronunciada en julio de 2012, marcó el principio del fin de dicha crisis. Esas palabras quedarán para la historia de la zona euro, aunque probablemente las palabras inmediatamente posteriores – “And believe me, it will be enough” (“Y créanme, será suficiente”) –, en nuestra opinión, quizás sean las que mejor definan el carácter y personalidad de Draghi y uno de los principales motivos de su éxito, su forma de comunicar los mensajes. Durante todos estos años, las ruedas de prensa posteriores a las reuniones del BCE han sido cita obligada para cualquier profesional de los mercados financieros, especialmente la parte dedicada a las preguntas y respuestas, donde se manejaba excepcionalmente.
En términos de política monetaria, esta última reunión se desarrolló de forma previsible y no hubo ningún tipo de cambio ni matización respecto a las medidas que el BCE anunció en septiembre. Lo único destacable es que, tras los rumores sobre la gran división interna en el seno de la entidad, las decisiones se tomaron por “unanimidad”. Draghi deja el mandato del BCE “a medias”, con la inflación en la Eurozona lejos de alcanzar el 2% de la meta de la institución. Entre las medidas que deja Draghi a su partida, el reinicio del programa de compra de bonos genera en particular gran escepticismo. Sus críticos no solo se cuestionan la efectividad que pueda tener la medida en un entorno de tipos negativos, sino que reprochan el escaso espacio de actuación con que deja al BCE para enfrentar futuros shocks económicos.
Algunos economistas han calculado que el BCE tendrá solo entre 12 y 24 meses para llevar a cabo las compras mensuales de 20.000 millones de euros sin vulnerar sus propios límites. A este respecto, aclaró la semana pasada que los volúmenes de compras previstos no comprometerán las reglas de emisión auto-impuestas por el BCE y que, incluso en ese caso, la institución tiene amplias prerrogativas para flexibilizar sus propios límites.
A este escenario se enferantará Christine Lagarde a partir del 1 de noviembre. A nuestro modo de ver, estamos de acuerdo en que el BCE aún no se ha quedado sin munición, pero la realidad es que casi cinco años después de haber dado luz verde al QE, la inflación subyacente en la Eurozona sigue estando sólo un poco por encima de sus mínimos de 2015 y el objetivo de precios parece tan lejano como siempre. A Lagarde, le corresponderá encontrar una salida y convencer a los políticos europeos para que impulsen los cambios de política fiscal y estructural que son la clave fundamental para escapar del mundo de los tipos negativos.
Somos de la opinión de que la política monetaria de la Eurozona seguirá siendo acomodaticia por un período prolongado de tiempo, si bien la región se enfrenta a riesgos macro a la baja que son de naturaleza internacional, como una demografía deficiente y una contracción de la demanda exterior, por lo que Lagarde no tiene un legado fácil. Veremos qué tal lo afronta.