Un nuevo orden económico
MUNESH MELWANI, SOCIO-DIRECTOR GENERAL
24/05/2020
Qué duda cabe de que el Covid-19 va a suponer un antes y un después en nuestras vidas. Se trata de una crisis sanitaria sin precedentes, si bien la recesión económica que trae consigo, dada su profundidad y magnitud, se está comparando con la Gran Depresión de 1929. La historia está plagada de ejemplos de crisis que han traído consigo cambios de gran calado a escala global en el ámbito económico, político y social. En este caso, los cambios que estamos observando y los que están por venir, en nuestra opinión suponen a medio plazo un nuevo orden económico.
En cuando al virus, contemplamos un escenario de recuperación en forma del “símbolo de Nike”, que puede convertirse positivamente en “U” con un largo valle o no, en función de los avances relativos a la obtención de la vacuna preventiva y de una curación efectiva, además del ritmo de reactivación económica, pero en cualquier caso la situamos en 2021. Mientras convivamos con el virus, se producirá un levantamiento progresivo de las medidas de confinamiento conforme nos acerquemos al verano, pero con distanciamiento social durante el resto del año y ciertas restricciones según zonas geográficas durante al menos doce meses. La recesión en 2020 es inevitable para la mayor parte del mundo, contexto en el que la inflación sufrirá presiones a la baja ante el retraimiento del consumo y los bajos precios energéticos, y empeorará gravemente el empleo de forma generalizada, especialmente en EE.UU. dada la flexibilidad de su mercado laboral. Será clave la efectividad de la aplicación de las medidas excepcionales de política monetaria y fiscal implementadas en los distintos países.
No obstante lo anterior, una recuperación requiere de un elevado grado de compromiso y disciplina por parte de la población, por tanto, dependerá de la eficacia de los gobiernos en su control y de aspectos culturales en función de los países más allá de la robustez de sus sistemas sanitarios. Ahora bien, si volvemos a un escenario en otoño-invierto de oleadas de contagios, que deriven en cortar de nuevo la actividad económica y provocar nuevos confinamientos, entonces ya nos iríamos a una recesión más duradera que podría generar problemas de liquidez en las empresas (no coyuntural, sino ya estructural), afectando a su solvencia y derivando posteriormente en una oleada de impagos por parte de éstas y a su vez de algunos estados (especialmente algunos países emergentes). Llegados a este punto, tendría que haber de nuevo un perfecto entendimiento y coordinación entre gobernantes de los países y bancos centrales, para implementar más medidas extraordinarias de reconstrucción económico-social, pero ya contando con menos munición.
Más allá de lo que vaya aconteciendo, hay una serie de cambios, algunos cuáles ya formaban parte de tendencias pre-Covid, que han venido para quedarse. Prevemos un mayor intervencionismo estatal: los bancos centrales llevan interviniendo en los sistemas financieros activamente desde la Gran Crisis Financiera desatada en 2008, pero ya no hay mucho más margen creativo. Utilizando la crisis del Covid-19 como pretexto, la clase política está agarrando el intervencionismo en una economía mundial caracterizada por el bajo crecimiento, la elevada deuda, una creciente brecha social y el auge del populismo. Atrás van a quedar la austeridad y la privatización, para dar entrada a un aumento en la regulación, mayor control público y subidas de impuestos. El aumento del endeudamiento público, servirá para destinar un mayor gasto público en sanidad, nacionalizar algunos servicios/empresas (aerolíneas por ejemplo), pero también para controlar retribuciones en el sector privado o las recompras de acciones por parte de las cotizadas, en detrimento del interés de los accionistas. Seguramente también se apostará por la seguridad nacional, las infraestructuras y la corrección de algunas políticas industriales.
Por otra parte, será necesario un programa sostenido de medidas fiscales más potente que las abultadas aplicadas para paliar el efecto Covid-19, especialmente en EE.UU., donde el 70% del PIB depende del consumo y la tasa de paro podría llegar fácilmente al 25-30% desde el 3,5% de hace unos meses. Se trata de apoyar mediante un mayor activismo fiscal a las pymes y al ciudadano medio, esto es, a la economía real.
En paralelo, destacaríamos el papel protagonista de Asia, no porque allí se originó el virus, sino por su rápida vuelta a la normalidad tras un control más eficaz y eficiente que el mundo occidental (al margen de la transparencia china). Asia lleva impulsando el crecimiento mundial desde hace muchos años y su contribución es cada vez mayor. Siempre que no se produzcan nuevas oleadas de contagios, creemos que está muy bien posicionada para el futuro y por tanto, no hay que perderla de vista como nuevo eje del poder en este nuevo orden económico.
Por último, el aislamiento y el cierre de fronteras, ha impulsado un movimiento que ya se estaba engendrando auspiciado por Trump (“make America great again”), en defensa los intereses nacionales en contraposición a la globalización, esto es, repatriar capitales (humanos y financieros) y empresas (incentivándolo claro está), algo que ahora con la crisis, podría tener más sentido para muchos gobernantes, que podrían adoptar esta iniciativa como fórmula de contribuir a la recuperación económica de su propio país.
Este nuevo panorama tiene múltiples efectos y genera muchas oportunidades, tanto de negocios como de inversión. Asesórense bien.