Cómo invertir en un entorno incierto
MUNESH MELWANI. Socio-Director General de Cross Capital Eafi
Enero 2019
Tras un nefasto año para los inversores como lo fue 2018, lo que queda claro es que nadie tiene la bola de cristal. Unos con menores pérdidas, otros con más, pero todos miramos atónitos a dos acontecimientos que marcaron la evolución de los mercados financieros: la virulencia y profundidad de las correcciones bursátiles marcadas por el regreso de una volatilidad creciente, tras varios años en mínimos históricos, y la inusitada elevada correlación entre todas las clases de activos financieros, que hizo prácticamente imposible la labor de los gestores en términos de diversificación de carteras para mitigar el riesgo de mercado; tanto es así, que el 93% de los activos registraron rentabilidades negativas, un dato peor que el reportado durante las crisis de 1929 y de 2008.
En el mundo de la inversión, influyen la economía, las matemáticas y la psicología inversora, este último aspecto, mucho más de lo que la gente piensa. Tras un año 2017 mejor de lo que se esperaba, la comunidad inversora se puso en modo “risk on”, o positivo, de cara al 2018, y el resultado fue muy negativo, con correcciones bursátiles del orden del 20%. Ahora en 2019, tras el horrible 2018, el pesimismo ha hecho mella en la mente de los inversores e impera el modo “risk off” o negativo. De hecho, este sentimiento viene retroalimentado por el consenso de analistas que hablan de ralentización económica e incluso algunos de recesión, pero en muchos casos, por “cubrirse las espaldas” al recordarles a La Gran Crisis Financiera de 2008, esto es, para posicionarse ante correcciones mayores, por tener argumentos ante los inversores de que ya venían avisando con antelación.
La realidad es que la situación actual en nada se parece a la de la crisis desatada hace ya una década y es que históricamente, las correcciones en las bolsas tienen generalmente dos detonantes posibles: una recesión económica y/o una política monetaria mal aplicada. Las recesiones no se pueden predecir del todo, aunque hay indicadores o señales de mercado que se tienen en consideración, como una curva invertida en EE.UU. (los plazos cortos remuneran un tipo de interés mayor que los plazos largos), como es el caso de la actual, pero lejos de ser la causa, supone una anomalía que se corregirá y además ha ocurrido en otras muchas ocasiones en la historia, y no ha derivado en una recesión. No obstante, el sentimiento inversor se ha agarrado a esta señal como una profecía y corre el riesgo de retroalimentarla, una vez más, pura psicología. Por su parte, somos de la opinión de que la FED ha asustado a los mercados, con un discurso de Powell más beligerante que sus antecesores, indicando que estábamos lejos de los tipos de interés tendenciales y además lanzando perlas, como que era un poco ajeno a los mercados y a sus implicaciones en la economía real. Pensamos que esta actitud comunicadora es un error, teniendo en consideración que los estadounidenses tienen gran parte de sus ahorros invertidos a largo plazo en renta variable.
Adicionalmente, una retirada progresiva de liquidez de los mercados por parte de todos los bancos centrales y ponerse en modo “subida de tipos” (lo que ha venido a denominarse normalización de la política monetaria), también tiene su efecto, dado que contribuye a corregir en parte la “inflación” del precio de algunos activos, que antaño se vieron impulsados por las políticas de recompra de activos de los mismos. Con todo, pensamos que lo peor de la corrección ya tenido lugar y que estamos en un entorno de ralentización, pero no de recesión, recordando que la anterior Crisis fue sistémica y tuvo como origen al sector financiero, mientras actualmente los bancos están bien saneados.
Comenzamos 2019 con los mismos focos de incertidumbre con los que cerramos el anterior, si bien alguna ha bajado algo de intensidad mediática. No obstante, la evolución de los mismos hará incrementar la volatilidad que regirá los movimientos en los mercados. Conviene tenerlos bien presentes: en el plano geopolítico, la guerra comercial, el Brexit y los presupuestos italianos; en clave macro, la desaceleración global, la retirada de estímulos por parte de los Bancos Centrales, endeudamiento de los Estados y los precios del crudo; desde el punto de vista de mercado, la sobrevaloración relativa de la renta variable estadounidense y la todavía cara valoración de la deuda corporativa, en un contexto en el que el endeudamiento está en máximos históricos y donde el rating medio mundial es BBB, por lo que todo apunta a que los diferenciales crediticios se seguirán ampliando; por último, la volatilidad ha regresado para quedarse.
Con todos estos elementos sobre la mesa, ¿cómo invertir en este entorno?
Desde luego, no direccionalmente, esto es, el inversor no debería someterse totalmente a los movimientos de los mercados, no solo porque ya no parecen seguir una directriz necesariamente alcista de forma continuada, sino porque la volatilidad ha aumentado sustancialmente y conviene aplicar gestión activa, orientada a la consecución de los objetivos financieros personales, conforme al perfil de riesgo, horizonte temporal y grado de asunción de pérdidas de cada uno. Se hace aconsejable orientar la inversión hacia la combinación de rentas y revalorización.
Consideramos que hay que ser más prudentes en términos generales: (i) aumentar la posición en activos monetarios, también para aprovechar oportunidades de inversión ante nuevas correcciones (en el mundo anglosajón “buy the dip”); (ii) disminuir la posición en renta fija, tendiendo hacia duraciones próximas a cero o negativas, buscando flotantes, linkers, ABS, corporates con credit Outlook positivo, híbridos financieros penalizados y emergentes en divisa local de forma muy selectiva; (iii) entrar en renta variable, de forma infraponderada y selectiva, rotando hacia compañías de calidad (poca deuda, fuerte posición de cash y franquicia comercial), estilo value, inversión temática (robótica, ciberseguridad, inteligencia artificial, edad, agua, etc.). Por zonas geográficas, consideramos que tiene más atractivo en términos de valoración la Eurozona y los Emergentes (destacan Brasil y Asia) fundamentalmente; se hace necesario utilizar derivados de cobertura o para estrategias de corto plazo; (iv) aumentar la posición en inversiones alternativas, pero buscando descorrelación (real state, vino, arte, infraestructuras, private equity), todo ello, a través de fondos de inversión especializados.
Todo apunta a que 2019, será también un año convulso (no necesariamente negativo) como el que dejamos atrás, si bien, desde el punto de vista de la inversión ya se detectan buenas oportunidades con horizonte de medio/largo plazo.