Ahorrando para el futuro
MUNESH MELWANI, SOCIO-DIRECTOR GENERAL
Noviembre 2018
En un país en el que el ahorro financiero respecto a la renta disponible de las familias es escaso vs sus homólogos europeos, rondando el 6%, y en el que el grueso del mismo está invertido en depósitos y efectivo (un 40%), se aviva ahora el debate de la sostenibilidad del sistema de pensiones públicas. Y es que, dada nuestra pirámide poblacional, el sistema actual es claramente insostenible para atender en un futuro no muy lejano las prestaciones de las generaciones trabajadoras actuales y venideras. Adicionalmente, se ha calificado a España como el país de mayor esperanza de vida del mundo, con un promedio de 86 años, con lo que nuestros mayores deben pensar hasta dónde van a llegar con su pensión actual. En este sentido, se hace necesario, más que nunca, concienciar a la ciudadanía de que cuanto antes comencemos a ahorrar, mucho mejor.
En contraposición a las bondades de España como país (calidad de vida, gastronomía, clima favorable, longevidad, su gente, seguridad, etc.) está la escasa cultura financiera, que ha derivado en que muchos de los efectos negativos que trajo consigo la Gran Crisis Financiera iniciada en 2008, se hayan acentuado profundamente, dejando aún secuelas entre la población. Muchos de los escándalos ligados a productos financieros comercializados por la banca (preferentes, cláusulas suelo, estructurados, swaps, etc.), que son objeto actualmente de demandas que se tramitan en los juzgados, podrían haberse evitado, o al menos mitigados sus efectos, de contar la población con una mejor educación financiera.
No obstante lo anterior, la estructura del ahorro familiar ha ido evolucionando en la última década y la radiografía de cómo es el ahorrador español muestra un perfil que, aunque sigue siendo conservador, cada vez tiene más apetito por el riesgo. Esto es, cada vez son más los ahorradores españoles que buscan sacarle más partido a su dinero, alejándose de los productos tradiciones -como los depósitos, que, actualmente remuneran a tipos próximos a cero-, y están apostando por instrumentos de mayor rentabilidad potencial, siendo las IIC’s (Instituciones de Inversión Colectiva) las claras vencedoras: fondos de inversión y sicavs. El problema es la enorme oferta de estos productos en España, que supera los 27.000, lo que requiere un profundo análisis para seleccionar los mejores en su categoría y por tanto conviene apoyarse en empresas de servicios de inversión registradas y supervisadas por la CNMV, y no dejarse llevar por la limitada oferta bancaria.
En las fechas en que estamos, seguramente ya llevan un par de meses viendo y recibiendo ofertas de planes de pensiones por parte de las entidades financieras, que bombardean con mensajes sobre sus bondades. Conviene tener claro qué son, para qué sirven y qué ventajas nos ofrecen los distintos productos de previsión social complementaria, para tomar la mejor decisión en cada caso.
A la hora de pensar en invertir para la jubilación, la mayoría de los españoles piensa en los planes de pensiones. Son productos diseñados específicamente para ahorrar para cuando dejemos de trabajar, que pueden ser individuales, de asociados (lo promueve una asociación o un colegio profesional) o de empleo (lo promueve una empresa para sus empleados).
Una de las características más conocida de los planes de pensiones tiene que ver con sus beneficios fiscales: en las aportaciones, el contribuyente se puede deducir cada año hasta 8.000 euros -el límite fiscal es la menor de estas dos cantidades: 8.000 euros o el 30% de sus rendimientos del trabajo-, de forma que difiere el pago del impuesto, hasta el momento del rescate, cuando hay que tributar por la totalidad del dinero que se retire como rentas del trabajo. Además, aquí conviene tener en cuenta que el partícipe de un plan de pensiones puede traspasar sus derechos consolidados a otro plan, sin tener que tributar por ello.
En cuanto al rescate, el plan se puede rescatar cuando se dan las siguientes contingencias: jubilación, fallecimiento, dependencia o incapacidad, y cuando se cumplen los siguientes supuestos excepcionales de liquidez: enfermedad grave, paro de largo duración y a partir del 1 de enero de 2025, cuando las aportaciones tengan una antigüedad mínima de 10 años. Y en cuanto a la forma, el plan de pensiones permite realizar el rescate en forma de renta, de capital o mixta. Una vez más, los más conocidos y vendidos, son los planes que comercializan las entidades bancarias, si bien, los más consistentes en términos de rentabilidad a largo plazo, son los ofertados por gestoras “independientes”.
Otro vehículo para invertir para la jubilación es el plan de previsión asegurado (PPA). Es una modalidad de seguro de vida ahorro que tributa exactamente igual que el plan de pensiones -con sus mismas ventajas fiscales-, y que se puede rescatar por las mismas contingencias y supuestos excepcionales de liquidez. La única diferencia la encontramos en que los PPA, por ley, ofrecen una rentabilidad mínima garantizada en el momento del vencimiento.
Le sigue otro instrumento de ahorro que está ganando peso en los últimos años, como es el plan de ahorro sistemático (PIAS). Su principal objetivo es construir un capital para la jubilación -en un plazo mínimo de cinco años- y la rentabilidad que se acumule hasta el rescate está exenta de tributación, siempre que se realice en forma de renta vitalicia. Los PIAS, que son líquidos a partir del quinto año de vida, tienen un límite de 8.000 euros en las aportaciones anuales y de 240.000 euros durante toda la duración del producto. En cuanto a la rentabilidad que ofrecen, hay que tener en cuenta que hay PIAS sin rentabilidad garantizada -tipo United Linked-, y otros que están pensados para inversores más conservadores, puesto que garantizan una rentabilidad mínima.
Por su parte, un producto que nació con la reforma fiscal de 2014, es el plan de ahorro 5 (PA5) conocido asimismo como plan de ahorro a largo plazo, que puede adoptar la forma de cuenta de ahorro (CIALP) o de seguro (SIALP). Garantiza el 85% del capital, por lo que está únicamente pensado para los inversores que quieren asumir menos riesgo y tienen objetivos de rentabilidad similares a la inflación. Solo permite aportar un máximo de 5.000 euros al año y como el PIAS, tiene liquidez a partir del quinto año y la rentabilidad que se genere durante ese periodo no tributa.
Para finalizar, tenemos que hablar de las rentas vitalicias, que incluyen el capital aportado más el pago de interés. En concreto, son una modalidad de seguro de vida ahorro en la que la aseguradora, a cambio de una prima única, garantiza una renta periódica al asegurado. Las rentas vitalicias pueden ser inmediatas o diferidas y ayudan al inversor a dosificar su ahorro, ya que permite convertir una cantidad de dinero en un pago periódico de por vida.
Como pueden ver, hay diferentes instrumentos para ahorrar a largo plazo, la clave está en la elección de los mismos, en su óptima combinación, acorde al perfil de riesgo y objetivos del ahorrador, y en el timing de comienzo. Asesórense bien.