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La bola de cristal

AARÓN RODRÍGUEZ Asesoramiento y Gestión Patrimonial en Cross Capital

 

15-01-2017

Comenzamos nuevo ejercicio y nos encontramos en esa maravillosa época del año donde los expertos financieros sacan su varita mágica e intentan predecir qué ocurrirá en el futuro. Esta vez, el análisis es bastante interesante, pues nos encontramos ante varios puntos de inflexión donde cualquiera de ellos podría marcar/determinar el comportamiento de todo el año en una sola noche. La teoría del cisne negro, desarrollada por Nicholas Taleb, ampliamente extendida en los mercados, intenta prever el efecto de las causas, y qué causas pueden provocar dichos efectos.

Probablemente deba advertir desde el principio que, en realidad, somos moderadamente optimistas con respecto a 2017, y con ello no pretendemos anunciar que habrá un rally en los mercados, pero todo apunta a que el balance de este año va a ser positivo; algo sin duda mucho mejor de lo que se esperaba hace tan solo un par de meses. No obstante, éste continúa siendo un año difícil, con lo que las posibles correcciones podrían ser fácilmente justificables. A pesar de ello, y tras analizar los diferentes escenarios que se barajan, en lugar de resumir cuáles pueden ser los eventos que pueden provocar un shock en los mercados, lo plantearemos desde otro punto de vista, en base a qué podemos esperar que suceda.

Aprovechando que fue en EE.UU. donde tuvo lugar el desencadenante de la última oleada de subidas de 2016, comenzaremos con su economía, donde las expectativas del crecimiento del PIB son mejores a las precedentes, no sólo en 2016, sino desde la crisis de las hipotecas subprime. Esto serviría de base para justificar al menos dos incrementos adicionales de los tipos oficiales por parte de la Fed que, lejos de continuar fortaleciendo el dólar, y al contrario de lo que se pueda pensar, muy probablemente lo estabilizarían. Y si en EE.UU. se espera una economía más fuerte y con más subidas de tipos, implica un no tan buen año para las economías emergentes en general (se endeudan en dólares), cuyas divisas se debilitarían -a excepción del peso mejicano, el zloty o el forinto húngaro, para los cuales no se les espera en principio un mal año-; en el resto de economías desarrolladas, el dólar australiano y el neozelandés podrían debilitarse frente al estadounidense, a la vez que las coronas suecas y noruegas se fortalecerían, esperándose recuperación de la inflación. En cuanto a la Eurozona, ya está dando muestras de recuperación macro y se está produciendo una entrada importante de flujos de inversión institucional.

El riesgo político jugará un papel crucial este año. A las consecuencias del resultado de las elecciones en EE.UU. y al Brexit en el Reino Unido, se añaden al calendario gran parte de las elecciones presidenciales claves para Europa. Si bien el impacto del resultado de las mismas es difícil de dibujar, así como de un posible aunque remoto Bremain, el auge del populismo ha venido para quedarse por lo que tocará decidir cómo enfrentar los polos; lo más “lógico” y tras demostrar la doble vara de medir que tuvo Europa con el rescate a la banca italiana respecto a la española, es el eventual nacimiento de los ansiados Eurobonos (aunque lo vemos difícil, pues todavía está en curso la Unión Bancaria y el MUR). Pero no todo sucederá en Europa; en Japón, por ejemplo, los cuatro principales partidos de la oposición actualmente están considerando presentar a un candidato único y exigir elecciones anticipadas; el resultado podría saldarse con el fin de las Abenomics.

Por último, y a excepción de la Fed, se espera que los bancos centrales del G10 no adopten un papel protagonista en 2017. No obstante, en países como Brasil, Rusia o Colombia, previsiblemente continúen los recortes de tipos de interés para estimular sus economías. Promete ser un año complejo, una vez más.