China, de nuevo centro de atención
PUNEET VASWANI, ASESORAMIENTO Y GESTIÓN PATRIMONIAL
12/09/2021
Cuando se menciona a la República Popular China, no cabe duda alguna, de que hablamos de una superpotencia global. El país asiático ha tenido un crecimiento interanual entre 1989 y 2019 del 9,52%, siendo la única de las grandes economías que evitó la recesión en 2020 (creciendo un 2,3%), protagonista a su vez como epicentro original de la pandemia que todavía nos azota. Teniendo en cuenta que representa en torno a un 20% del PIB mundial, no debemos subestimar la importancia del país y las repercusiones que podrían tener sus recientes actuaciones políticas sobre el resto del mundo.
Se trata de uno de los pocos estados declaradamente socialistas (en realidad con tintes aún comunistas o autoritarios) que quedan en el mundo. El intervencionismo estatal se vive en todos los aspectos de la vida cotidiana, sobre todo en cuanto al libre acceso a Internet, el ejercicio de la prensa, la libertad de reunión, el control de la natalidad, etc. Precisamente, en el último plan quinquenal presentado por el gobierno chino (2021-2025), los temas principales que se abordaron fueron: i) priorizar la calidad del crecimiento en lugar de cantidad, ii) lograr la “prosperidad común”, iii) manejo de la rivalidad con EE.UU., iv) acelerar el impulso hacia una economía de bajo carbono, y v) convertir a China una potencia tecnológica y de fabricación autosuficiente.
A pesar de parecer el plan perfecto para su expansión, que le puede permitir alzarse como líder en la hegemonía económica global, también presenta sus problemas e inconvenientes. En primer lugar, para que se dé ese crecimiento esperado – más del 6% para 2021, y un crecimiento promedio del 8,4% para los siguientes 5 años (según los economistas de Bloomberg) -, Xi Jinping tendrá que atajar una preocupante crisis demográfica creada por su propio gobierno, en el que durante 35 años se aplicaron medidas para que las parejas tuvieran sólo un hijo. Para mitigar el riesgo de encontrarse con una población envejecida y una menor proporción de mano de obra joven, en 2015, recularon y permitieron tener dos hijos a las parejas casadas, y este verano, el gobierno chino ha incentivado a las parejas a tener hasta tres hijos, subvencionando los costes educativos de estos niños.
Por otra parte, en relación con el concepto que han desarrollado de “prosperidad común”, el gobierno chino lleva ya varios meses aplicando un escrutinio a los gigantes tecnológicos creados en China, pero que mantienen fuertes relaciones a escala global (véase Alibaba o Tencent, por ejemplo). A la primera compañía, los reguladores chinos frustraron el intento de salida a Bolsa de Ant Group – la empresa afiliada a Alibaba y la fintech mejor valorada del mundo – por cuestiones de políticas antimonopolio. En el caso de la segunda, las restricciones afectan a los usuarios de Tencent Holdings ya que, a los menores de 18 años, no se les permitirá más de tres horas semanales de videojuegos. Ahora, según el gobierno, con el fin de aliviar la desigualdad, tanto Tencent como Alibaba, aportarán a las arcas del Estado unos 13.000 millones de euros para 2025, a favor del plan de “prosperidad común”. No se trata de una improvisación intervencionista, sino más bien de un par de hitos dentro de una estrategia definida.
Sin embargo, hay más, el pasado martes, el grupo Evergrande (gigante del sector inmobiliario chino) reconocía su riesgo de impago debido a un fuerte descenso en sus resultados (-29% interanual). A raíz de éstos, Moody’s también les ha recortado el rating crediticio a Ca, es decir, que ya está muy cerca del default, con mínimas posibilidades de recuperación del principal y los intereses para sus bonistas. La deuda total de la compañía supera ya los 300.000 millones de dólares y la raíz de todo ello surge en que, desde su fundación, ha crecido de forma exponencial mediante un impetuoso endeudamiento. En principio, el gobierno chino intervendrá una vez más (con el fin de evitar un efecto dominó en el sector) dado que el grupo es un referente a escala nacional y podría alimentar un riesgo sistémico en su economía (por sus efectos asimismo sobre el sector financiero) y, dado el peso de China en la economía global y el grado de interconexión de este país, podría llegar a desatar temores en el resto del mundo.
Lo que está claro es que China avanza de forma inexorable y se hace cada vez más fuerte “a su manera” en una economía global cada vez más competitiva. Desde el punto de vista de la inversión a largo plazo, el atractivo es indudable, eso si, siendo muy selectivos.